Entrevistador:
Arquitecto Juan Molina y Vedia
Lugar y fecha: Buenos Aires, 2 de
septiembre de 2005
Fecha de ingreso a la FADU: 1970
Fecha de Egreso de la FADU: 1975
Yo
alumno - Yo arquitecto
Arquitecto
Luis Ibarlucía (LI):- En mi
caso nunca tuve dudas, nunca tuve el problema existencial de qué carrera
seguir, no sé por qué fui, me anoté, e hice el curso de ingreso. Yo me recibí
muy chico en el colegio, a los 17 años, hice el curso de ingreso en el verano y
de pronto estaba en primer año con 17 años y con mucha fuerza, pero nunca tuve
ninguna duda. Entré en el ’70, mi registro de la facultad es el 350/70 y
terminé en el ’75. A pesar de todos los líos y cosas que pasaron en el medio, y
que el título me lo dieron en el ’76, los cursé sin ninguna duda. En mi familia
hubo, por ejemplo, un personaje, mi tío Alfredo Ibarlucía, con quien yo tenía
poca relación en esa época, pero era un
referente a quien consulté cuando entré en la facultad, por ejemplo, a qué
talleres ir. Pero no fue porque yo tuviera su influencia y que me hubiera entusiasmado, sino que se dio porque
en el colegio tenía mucha facilidad para el dibujo y la pintura. Esto último
nunca lo desarrollé. Creo que podría haber dibujado bien, pero no soy un
artista, Me tocó una facultad muy difícil, muy movida, de la cual tengo
recuerdos varios y de algunas cosas me he olvidado por completo, Cuando entré
en el ‘70 recuerdo consultar a mi tío a que cátedras ir y él me dijo “lo que
importa acá es el docente que te termina tocando, más allá de las cátedras”, no
es que yo lo llamé y me dijo “andá a tal cátedra”, estuvo averiguando y me
terminó recomendando por la gente que estaba adentro, en la cátedra de Ellis - Bustillo.
Ellis ya no estaba y se encontraba a cargo el Mono Bustillo, también había otros
tipos, por ejemplo, el inglés Hampton. No recuerdo exactamente a los que él me
destinó. Después se fue derivando, la facultad en esa época se cortaba y
después volvías. Tuve una facultad muy
accidentada, la terminé en el taller a la noche, en el Ta.Na.Po. con Moscato-Schere. Yo terminé de cursar en el ’75,
pero en ese momento ya no estaban, la terminé en una cátedra que me interesó
muy poco. No recuerdo el nombre, tengo un muy mal recuerdo de ese final de
facultad, como haber querido sacármelo de encima. Siempre defendí mucho, quizá
antes más que ahora, la facultad que me tocó, signada no por la ex cátedra de Ellis,
sino básicamente por los talleres que se armaron. Yo estaba a la mañana,
después pasé a la noche con Ta.Na.Po., con Moscato-Schere y las materias
paralelas que había. De repente, construcciones no significaba sólo estudiar de los libros, sino también hacer algunos
trabajos de campo y cosas que, quizás a la distancia, desde el punto de vista
de lo que he aprendido, parece ser algo que nunca más se volvió a enseñar. Otras
tantas cosas se dejaron de aprender. En el balance me gustaría que se dieran
las dos cosas: por un lado salir hecho un técnico en construcciones, pero por
otro, con lo que en ese momento la facultad te
obligaba a desarrollar: cosas con un sentido, con un fin determinado. En mi caso,
no me voy a olvidar nunca, me anoté en un curso para desarrollar encofrados
metálicos para viviendas económicas. Recuerdo que me obsesioné y lo puse en mi
currículum. Nadie sabe por qué, no sé dónde quedo eso, me acuerdo que fue una
cosa extraña, me entusiasmé mucho, era toda la época de los sistemas y la
modulación. Había hecho un proyecto con una modulación de 3x3 con un sistema de
encofrados metálicos reducidos a 4 piezas en aluminio. Hice las piezas con mis
manos y estaba todo el mundo encantado, de la facultad me llevaron a ver los talleres
Fénix, de encofrados metálicos y yo creí que con eso resolvía el problema. En casos
así uno creía que estaba aportando algo que se expandiría… en realidad no había hecho nada importante,
mirándolo a la distancia. Pero el entusiasmo estaba en meter a un alumno en un
tema y desarrollarlo. Iba al cuarto piso, dibujaba, llevaba la maqueta, iba y volvía,
hubo otras tantas experiencias como esa, siempre defendí la facultad de esa
época desde ese punto de vista, por provocar interés. Quizá más adelante
quedaron diluidas por otras cosas, porque estas cosas son como olas que van y
vienen, a veces hay mucha euforia por determinados temas y se dejan otros, los
equilibrios son los más difíciles.
Arquitecto Juan
Molina y Vedia (JMyV):- Tengo esa
misma idea, desde que terminé en el ’56 se han sucedido en la arquitectura
predominios de ideas que en sí eran todas interesantes y tenían aportes, pero
el defecto era que se entusiasmaban tanto con esa idea que borraban todas las
demás. Después pasaban a otra, era como la piedra filosofal en diferentes
envoltorios, además se enfrentaba la gente y los que hacían una cosa quedaban a
la defensiva y después esperaban que estos se cayeran y volvían a aparecer.
LI:-
Me
acuerdo perfecto, en épocas posteriores, quizás en los momentos de mayor
euforia. Cuando uno es arquitecto y le gusta la arquitectura se hace fanático;
aunque lo que quieras hacer no sea nada del otro mundo, uno es fanático de sus
propias ideas y eso está bien, pero hay mayor efervescencia en algunos
momentos. Creo que todo el mundo tiene épocas para esas cosas, y épocas en que,
por trabajo o por lo que fuera, le toca hacer otro tipo de cosas en las cuales
no se puede fanatizar tanto, por el tipo de temas que te tocan. Cuando me
recibí, comencé a trabajar en el estudio de Tony Díaz-Baudizone-Erbin-Lestard-Varas
y ahí conocí a Tony, sus ideas, sus cosas. Me entusiasmó mucho, me llevaba muy
bien con él. Después Tony, Solsona, Viñoly y Katzenstein armaron la Escuelita, yo fui uno de
los primeros alumnos y después terminé siendo ayudante con él, pero en ese
momento estaba descubriendo un montón de cosas que se decían en el mundo y acá, y uno creía tener la verdad, que todo el mundo estaba
equivocado. Eso le pasa un poco a todos
por épocas, y más adelante se da cuenta de que se quedó o siguió desarrollando
alguna de esas ideas, y aparecieron otras, que las cosas pasan por otro lado. Aparece
la invasión de las ideas que se publican en El Croquis, y entonces todo el
mundo pasa a discutir otras cosas que parecen
tan importantes. Por ejemplo, pasan a
ser las formas y éstas son grandes revelaciones. Tengo dos hijas que estudian
arquitectura en la facultad, veo lo que les enseñan los docentes y por donde
pasan los intereses en las cátedras.
JMYV:- Casi todos, cuando hablamos del pasado desde el
ahora, lo relacionamos con lo que sucede en el momento, no podemos dejar de pensar
cómo es la situación ahora. Esa sucesión de cosas es muy marcada a nivel
mundial, porque primero es el momento de Stirling, de Archigram. Después esto
se acaba y aparece Aldo Rossi, luego Miralles, Miralles se muere, aparece su
viuda, y acá en Buenos Aires, como es un puerto, siempre se selecciona a uno de
los países sobre los cuales se lee y son países distintos. Hay algunos
personajes que aparecen de repente, después caen y después vuelven a aparecer,
así como Mies a fin de siglo desplaza a Le Corbusier violentamente en El
Croquis, y las vanguardias. Los chicos nuevos no tienen tiempo de estudiar todo
lo que nosotros estudiábamos sobre eso y tienen que elegir rápidamente sus
referentes, así como les llaman ahora. Uno ve que una de las características más
notables de la arquitectura es que adquiere una diversidad y una complejidad
inimaginables, que es imposible simplificar las cosas de una sola manera, que
cuando se simplifica una, por detrás surge otra que te olvidaste.
LI:-
El
error pasa muchas veces y ahí están las modas, porque uno envejece y yo me doy
cuenta, me acuerdo perfecto. Para mí una de las personas que más me ha
enseñado, condicionado y con la que aprendí muchísimo es Tony Diaz. Trabajé
años con él y Tony repetía una cosa que Luis Kahn decía, que “ se es arquitecto
a partir de los 50…”
JMYV:- Y Aldo Rossi decía a los 40: que no es como
el rock, que se hace a los 14 años.
LI:-
Cuando
yo tenía 35 y Tony decía 50, pensaba lo que me faltaba, pero ahora ya los pasé,
tengo 53 y creo que tenía razón. Cuando cumplí 50 me acordé perfecto de esa
frase, creo que hoy por hoy me animaría a hacerme mi casa. Hasta ahora no me he
hecho mi casa: la he arreglado, pero no mi casa propia. A veces hay gente que
es más lanzada, yo soy más autocrítico. Quizás a partir de ahora me animaría a
hacerme una casa, pero probablemente hace 20 años hubiera hecho un disparate. Tal
vez tendría que haber hecho otras casas en el medio, pero en el momento que vos
le preguntás a cualquier persona si se haría su propia casa, todo el mundo te
diría que sí, estando recién recibido haría su propia casa en el acto. Creo que
es una buena pregunta, la pregunta real es si está tan maduro y sabe tanta
arquitectura como para que sea definitivamente su casa, sin reemplazarla por
otra. Hoy por hoy, por supuesto que me animaría a hacerme una casa. Creo que a los
50 años, vos ya tenés 25 a
30 años de arquitecto y una experiencia bastante grande. Te falta muchísimo por
aprender, yo sigo aprendiendo todos los días y eso te da noción de lo complicada
que es nuestra profesión, de la cantidad de ramas y cosas que tiene. Hasta el
manejo de las obras, me parece cada día más difícil, no sé qué opinás vos.
JMYV:- Yo construí mi primera casa cuando estaba en
tercer año de la facultad porque mi viejo, que era arquitecto, recibió un
encargo y me lo pasó a mí. Lo hice yo con un compañero que ahora está en
Brasil, Mario Boccara. El crédito del Banco Hipotecario tardó unos nueve meses
y, cuando lo otorgaron, Boccara quería hacer el proyecto de nuevo. Yo soy más
concreto y realista: le dije que el tipo esperó nueve meses para el crédito, ya
está, es lo que hicimos hace nueve meses, hay que hacer eso, el crédito está
para eso. Hice esa obra en 1953 y todavía la voy a visitar.
LI:-
¿Te
gusta?
JMYV:- Cuatro o cinco años después hice otras cosas.
Me parece que fue una iniciación correcta, pero a los cinco años ya hacía cosas
diferentes. Era más o menos potable, no era una cosa descabellada, pero no
tenía lo que podían tener otras que vinieron después. La arquitectura es un
arte que emplea una cantidad de personas que están involucradas, uno es como un
director de orquesta y tiene una responsabilidad. Hay todo tipo de gastos, no
es como escribir un poema, para el cual uno toma un lápiz y lo escribe y nadie
tiene que bancar ni el lápiz, ni el papel.
LI:-
Lo
más difícil de entender de la arquitectura es que se está condicionado siempre.
El tipo que se encuentra con el lienzo en blanco y tiene que gastar óleo, sólo
se encuentra condicionado por el tiempo, si lo quiere hacer rápido, o su propia
cabeza, pero nada más.
JMYV:- Cuando estuve en Cuba en el año ’63 y volví,
gané un montón de concursos acá y entré de docente con Tony, en el taller de
Rivarola. Tony y yo estábamos a cargo de Diseño III, de alumno estaba Mederico
Faivre. Lo conocí mucho a Tony en el
taller de Rivarola, socio de Mario Soto, Goldemberg estaba en un nivel superior,
estaba Dante Schulman en otro año. Cuando apareció Aldo Rossi me interesó
muchísimo su pensamiento, lo utilicé frecuentemente. No me pareció bien la
“Autobiografía científica”, donde se declara stalinista, habla de la
arquitectura soviética, dice una cantidad de barbaridades, completamente
absurdas. En ese momento se vino al suelo para mí.
LI:- Dijiste
una cosa cierta y me gusta que lo hayas hecho. Si me preguntás, en el momento
que Rossi vivía, que hacía sus obras y salía en las revistas, uno las miraba
muy entusiasmado. Lo más difícil de entender en ese momento era la relación
entre la obra concreta y sus escritos, porque la gente decía “me gusta lo que
dice pero no lo que proyecta” y de golpe entendías esa cuestión que esta tan
ligada con lo poético y con su visión del mundo. Ahí es donde entendías el gran
valor de esas obras y de eso aprendí mucho, de entender la abstracción de las cosas,
en la facultad todo el mundo era muy literal.
JMYV:- Tuve alumnos, que hacían lo mismo que Rossi.
Por ejemplo, para una estación de ómnibus en Avellaneda, yo les planteaba : cuando la gente baja del
ómnibus, tiene que ir al baño, entonces ¿dónde está el baño? Había uno en una
punta y el otro a cuatrocientos metros. En el medio, todos los tipos que
querían mear. Eran inflexibles, no podía ser que eso estuviera en otro lado
porque eso tenía que estar en el eje, y si uno estaba allá el otro tenía que estar
ahí. Tenían una impermeabilidad tan grande para diferenciar la dinámica y la
mixtura de los programas actuales, de los programas mitológicos, de los
templos, de cosas que son muy distintas, porque el templo representa una cosa
de siglos que es una costumbre, pero los edificios que nosotros hacemos tienen
que funcionar todos los días. No son templos, son otra cosa. Yo creo
francamente una cosa que Rossi dijo y es buenísima: que toda arquitectura es
autobiográfica. Eso hubiera sido extraordinario si no hubiera ocurrido lo que le
sucede a los porteños, para quienes esa frase quiere decir que toda
arquitectura es autobiografía de Aldo Rossi. Entonces hacían lo mismo que Aldo
Rossi. Si él dice que es autobiográfica, lo primero que podés notar es que se
encuentra en un país distinto, que su cultura es distinta, todo es distinto. Al
hacerle caso, hacerla autobiográfica, vas a ver que te sale distinta.
LI:-
Después
estuve en el taller de Tony Díaz. Era adjunto, estuve dos años en Diseño III,
dos en IV y dos en V y era muy difícil manejar todo eso. Yo no soy un teórico
de la arquitectura; Tony sí, porque tenía muchísimo bagaje y estudio detrás. Por
supuesto, yo sabía mucho más que un alumno y
trataba de enseñar. Hacía muchos años que estaba junto con él, con lo cual
había muchas cosas que sabía aunque fuera por ósmosis y de golpe tenías que
formar un equipo de gente con docentes que eran más papistas que el papa. Había
que combatir a los docentes, no a los alumnos! En nuestro taller muchas cosas
se difundieron para bien o para mal. Se pasó al esquematismo y la simetría en
muchos casos. ¿Quién dijo que había que hacer cosas simétricas? Tenías que
pegar golpes por todos lados.
JMYV:- Porque es muy atractivo un sistema que es
fácil. Los americanos comenzaron a hacer boludeces con eso. En las revistas
salieron variantes floridas de Aldo Rossi y Juan Carlos López se puso a hacer
unas cosas falsas, por ejemplo.
LI:-
Era
una época en que todos teníamos que luchar, consciente o inconscientemente, en
contra del postmodernismo. Lo difícil era discernir, porque nos encontrábamos
en un momento en que veníamos de una historia local de la arquitectura, casi
desprovista de contenido artístico. Era muy pobre, con muchos enunciados
livianos. De golpe aparecía toda esta efervescencia mundial, donde uno discutía
y comenzaba a hablar de lo que realmente le parecía específico y propio de la
arquitectura.
JMYV:- Usábamos mucho el libro de relevamientos que
hizo Tony, porque era muy importante que, al dibujar algo, se lo estudiara, se
lo aprendiera. No es lo mismo que sacar una copia Xerox; hay muchos que han estudiado así: sacaban
una Xerox, la anillaban y la entregaban.
LI:-
Tony
tuvo un valor enorme para mí. Yo hacía relevar halls de edificios, les enseñaba a dibujar. Si dibujabas una fachada
simétrica, hacía falta entender las leyes de la simetría, las arbitrariedades
que se hacen sobre ella, comprender un montón de cosas que cuando una persona
cualquiera mira, nunca va aprender lo mismo que dibujándola y entendiéndola.
JMYV:- Los alumnos tomaron el tema de la simetría,
pero no alcanzaron a empezar ni con el manierismo. Saber qué flexibilidad, que
juegos se pueden hacer con esa pieza.
LI:- El tiempo
es corto en la facultad, en realidad uno empieza con un curso, debe hacer
varias cosas en el año y esos tiempos generan una cierta deficiencia académica.
JMYV:- Uno de esos alumnos era Becker, sacó diez con nosotros; su proyecto era
buenísimo, por los criterios de organización de la estación, que asimilaban los
de una máquina. Realmente era muy bueno, era perfecto. Hizo el último curso con
nosotros, era un equipo buenísimo. Habían hecho algo con Tony y después
terminaron con nosotros.
LI:-
Nosotros
hacíamos trabajar mucho a los alumnos, a diferencia de lo que pasaba
frecuentemente en otras cátedras anteriores. En la nuestra exigíamos mucho
dibujo, mucho trabajo, mucho de entrega. Hacíamos estudiar y eso la gente lo
valoraba. La gente venía a nuestra cátedra y le interesaba, y eso que no era una
cátedra fácil. Había otras, pero creo que nuestro sistema empleado para la
enseñanza de la arquitectura estaba bien, incluso muchos después lo copiaron. De
otra manera, lo tomaron, lo desarrollaron. Incluso Solsona, que en esa época
nos miraba de costado, hasta el día de hoy estudia y trabaja con referentes del
movimiento racionalista de Buenos Aires. En el fondo me parece que está bien
conocer la realidad de tu ciudad, de tu país. Tenés de dónde tomar para dar
ejemplos y aprender; si volviera a la facultad
no se me ocurriría otra manera de enseñar arquitectura.
JMYV:- Nosotros usamos muchísimo la arquitectura de
los años 30 con todos los personajes que hubo acá, porque además fue una época
en que la industria de la construcción en Buenos Aires era buenísima, se hacía
todo con un oficio extraordinario.
LI:- ¿Sabés
qué hice hacer yo en Diseño III? Lo tengo acá, hice relevar la…Diagonal Norte
JMYV:- Podrías mostrar resultados de cosas que
hiciste como docente, puede ser muy interesante, muchos lo han hecho. Varios
han nombrado la existencia de La Escuelita. En los ‘50 había un sótano que Ibarlucía
había hecho en la calle Chile, un centro de estudios, de acuerdo con otros que
aprendían en la Galería
del Este con Di Tella; es decir que la facultad y la ciudad han hecho postas. En
la facultad hubo momentos ominosos, pero cada tanto aparecía un lugar de la
ciudad en el que la gente se juntaba. Es decir que ésta facultad produjo una
cantidad de profesionales que han hecho la ciudad, pero también que la ciudad
produjo la facultad, que la facultad no estaba sola; que la Galería del Este, y cuando
venían la editoriales Nueva Visión, Concentra, eran lugares donde se encontraba
la gente. En Pedro de Monteró, ahí estaban los de Caveri, todos los católicos
se reunían ahí. Solsona se peleó y salió de ahí, era monaguillo y dejó de
serlo, pero ese grupo formó las “Casas Blancas” y los demás integraron los
talleres hasta el ’66. También aparecieron tres cortes: en el ’56 la facultad
que se cierra nueve meses, en el ’66 se da la “Noche de los Bastones Largos” y
entre el ’72 y el ’73 Moscato y otros hacen movimientos de paros y otras cosas
que terminan en el Ta.Na.Po. y en el ’75 es la intervención, aparecen momentos
de crisis en toda esta historia.
LI:- De los
que mencionás me tocaron dos, porque entrando en el ’70…
JMYV:- Yo no estaba, entré con el Ta.Na.Po. en el
’74, me habían venido a buscar y no quise. Había unos talleres especiales, en
los que uno entraba…
JMYV:- En vos es muy dominante el momento de La Escuelita, de Tony…
LI:- Respecto a la facultad me acuerdo de
los años ’72, ’73 y ’74, no el principio ni el final que tuve. Después me
acuerdo de toda esa experiencia que fue el Ta.Na.Po. que, insisto, siempre
reivindiqué, a pesar de que, desde la facultad y la situación de hoy, uno
debería ser autocrítico. Trataría de profundizar cosas que en su momento se
subestimaron. Quizá no había tiempo, quizá lo importante era el elemento
político, pero desde la historia que se enseñaba y en los talleres de diseño se
subestimaba los grandes próceres de la arquitectura: no había referencias en
ese sentido. Eso es un defecto que a mí me quedó.
JMYV:- Recuerdo algo que sucedió en una teórica:
Javier Sánchez Gómez daba una clase y cita a Stirling, entonces hay un abucheo
general. Cuando la clase terminó les dije a los presentes que no iba a poder
seguir en una facultad donde un tipo nombra a Stirling y es abucheado. En
realidad me echaron quienes estaban con López Rega, pero yo me iba a ir. Esa no
era mi idea, nunca lo fue. Cuando hubo concursos, Tony ganó un grupo y yo gané
otro. Tengo grabada mi oposición del ’85 porque era muy sintética: entre el
oficio y la realidad había que mantener un puente, había que mantenerlos
unidos, porque si uno tomaba la realidad y se olvidaba del oficio o tomaba el
oficio y se olvidaba de la realidad, estábamos perdidos. Todo el esfuerzo estaba
puesto en mantener el equilibrio entre esas dos cosas y era una crítica muy
grande al Taller Total de Córdoba, que yo conocí y discutí muchísimo. Fui a San
Juan en el año ’70, con un cordobés llamado Peralta, del Taller Total de
Córdoba, en el que estaba Bidinost y tenía una cierta hipertrofia en su
análisis político. Su locura era tal que se olvidaban del oficio, en la
arquitectura la gente no existía. Creo que la arquitectura es un oficio y un
oficio bien hecho está relacionado con la realidad, no es una abstracción. Por
lo tanto, es muy simple: el arquitecto que no entiende la realidad no me gusta,
creo que hay que entenderla, y entenderla quiere decir dejar un espacio para
comprenderla desde el oficio.
LI:-
Le
digo eso a los alumnos todos los días: vas a ser mejor arquitecto cuanta mayor
cultura arquitectónica poseas; la cultura arquitectónica es aquella de tu
localidad, tu territorio y la del mundo. Hace falta saber filtrar y entender: no
copiar a Rossi textualmente, sino entender las ideas de Rossi, de Stirling o de
quien sea.
JMYV:- Rossi dice eso e inmediatamente cada uno debe
preguntarse cuál es mi biografía, quién soy yo, qué es lo que me gusta. A los
alumnos les digo que en un taller hay que estudiar dos cosas: arquitectura y a
uno mismo, los artistas se estudian a ellos mismos, van razonando. Quién soy,
qué quiero, qué estoy haciendo; el conocimiento de uno mismo es tan importante
como el de la arquitectura. Entonces esta sí puede ser autobiográfica, porque
manejás muy bien lo que sos y no le pedís a nadie que tome tu biografía.
LI:-
En
ese sentido es lícito y sano repetirse; uno desarrolla una idea y en el próximo
proyecto no hace falta arrancar de cero, se sigue desarrollando algunas ideas
Esta fue para acá o para allá, la evolución es muy lenta y eso hay que transmitirlo.
Por eso digo que recién a los 50, con 25 ó 30
años de arquitecto empezás a entender esas cosas, cuando te diste cuenta que en
25, 30 años repetiste tres ideas, que ciertas cosas te gustan, que las vas a
hacer mejor que las que no te gustan y que entendés mejor tu ciudad, comprendés
mejor los lugares donde debés actuar y entendés mejor a tus clientes.
JMYV:- Yo tengo 72 años y la única cosa que yo noto
en los últimos 15 ó 20 años es que cuando voy a la obra y ya se empezó a hacer
no me sorprendo como antes. Llego y es lo que yo había pensado. Al principio
no, era como entrar a un lugar extraño. A veces me gustaba más, pero no es que
yo lo hubiera sabido, tengo más control de lo que va a pasar cuando se haga lo
que yo estoy dibujando.
LI:- Tenés más
herramientas porque tenés más años; cuando diseñás algo ya sabés como tiene que
ser y cómo va a salir. No estas en la nebulosa.
JMYV:- Eso se adquiere haciendo cosas y viéndolas.
LI:- Si querés
seguir con el hilo de las preguntas, algo que recuerdo bien fue esa
experiencia. Si me preguntas cómo fue la facultad que cursé, siempre digo que
fue traumática, muy difícil. Una facultad muy politizada, para bien y para mal.
Para bien en el sentido que a uno lo hicieron pensar cosas que quizás en otros
momentos no se plantearon, y para mal por los problemas prácticos: había menos
clases o por ahí no se profundizaba en algunas cosas, se dejaban de lado con esquematismos.
Si hoy día se repitiera esa experiencia, yo diría: muchachos, lo que pasó en el
’70 fue esto, ahora enfoquémonos en la
adquisición de conocimiento y en aprender una serie de herramientas que son fundamentales
para poder comprender tu propia realidad. Si no, lo que te queda no tiene
sustento, o te aferrás de lo que venga porque te parece que eso es lo que vale.
Salí de la facultad y trabajé por mi cuenta haciendo casas y otras cosas, pero
en seguida me metí en un estudio grande. Una experiencia muy corta, con
Antonini, Schon y Zemborain. También un concurso con Llauró-Urgell, al que me
llevó Sandro Borghini. Me fui metiendo en algunos lugares hasta que lo conocí a
Tony y trabajé en su estudio, ahí empezó la experiencia de La Escuelita y fue cuando
Tony se separó de sus socios por diferencias, te diría que 95% de ellas sobre
arquitectura. Fue impresionante, porque Tony en ese sentido era muy categórico
en lo que decía y veía que sus socios miraban para otro lado. Quería tener su
propio estudio y se abrió, yo me fui con él. Se fue con Chapi D’angelo, que
trabajó un par de años con nosotros, pero después también se abrió y quedamos
en el estudio Gabriel Feld y yo. Tengo los mejores recuerdos profesionales de
esa época, porque hicimos de todo: hicimos Fo.Na.Vi., hacíamos muchísimas obras
de viviendas e incluso Tony se fue y yo hice algunos proyectos más que se
construyeron. Todo eso te va dando una experiencia. Después gané el concurso de
200 viviendas en Rosario en el que vos fuiste
jurado. En ese concurso quedé solo, fue una gran alegría saber que yo también
podía hacer algo de este tipo. Ahí aplique un montón de cosas que veníamos
desarrollando con Tony, desde la manzana, pero una variación de la manzana. Una
manzana semiabierta, las casas con patios, la variedad… había cuestiones de contexto;
era un momento en el que me hubiera dedicado a vivienda toda la vida, después eso
se cortó.
JMYV:- Tony me dio un premio en Argüello, un tercer
premio de entre lo cinco finalistas. Éramos bastante cercanos a Tony en el
pensamiento sobre la catástrofe de los barrios de Goldemberg, los megaconjuntos.
LI:-
Como
me había especializado mucho en vivienda, de hecho lo último que hice de
vivienda fue ese concurso que no se construyó ni me pagaron, pensaba que me iba
a especializar en este tipo de temas urbanos. Ya llevaba diez años y de golpe
la vivienda económica hecha con el Fo.Na.Vi. y con los grandes planes se
detuvo. Por un lado ese es un tema que a mi siempre me apasionó, pero uno tiene
que vivir, por eso trabajás con lo que te ofrecen. Otro de los grandes
disparates que tiene esta época en que nos tocó vivir, es que quizá estás
haciendo una casa y de golpe estás proyectando un laboratorio enorme, como
estoy haciendo ahora en Rosario. Unos años atrás hice un proyecto urbanístico
de toda la costa de Posadas con Moscato y Fredy Garay. Se salta de una cosa de
una escala enorme a otra. El país es así, porque de golpe se te dan estas
oportunidades. Cuando empecé con el tema de vivienda pensé que me iba a dedicar
a eso, porque me gustaba. Terminabas haciendo proyectos urbanos, discutiendo montones
de cosas donde lo artístico estaba en un segundo plano. Lo importante era
entender dónde lo estabas implantando, la inserción en la ciudad, el usuario. Para
trabajar en determinadas escalas, que no puede ser de 30 ó 50 viviendas, lo
podés hacer en 200, 300 ó 500. Quizá la decisión de no hacer más proyectos de
1000 de viviendas fue acertado, porque eso no dio buenos resultados. Pero hay
una escala que no es la de 20 viviendas…
JMYV:- Porque si lo nuevo que se agrega tiene
demasiado impacto, se divorcia de todo lo que la rodea y no puede resolverse en
sí mismo después.
LI:-
Una
de las cosas que más lamento es no seguir como docente en la facultad. Tony se
fue y yo seguí con el taller dos años más con Manuel Fernández de Luco. Manuel
era uno de los adjuntos yo era otro. Junto a Isabel Martínez de San Vicente, la
mujer de Manuel, nos quedamos con Diseño V durante el medio año que Tony
decidió irse y un año más. Yo era adjunto por concurso y me fui con dolor. No
me gustaba irme, pero al mismo tiempo no tenía escapatoria. Cuando estaba en la
facultad le dedicaba una cantidad de tiempo infernal, hay que ir dos veces por
semana y yo me quedaba hasta las tres de la tarde, iba a la mañana y llegaba
agotado porque corregía hasta el último tipo que lo necesitaba. Corregía
grupalmente y me encantaba, la gente me esperaba a mí para que lo hiciera. Era
un trabajo que me daba muchísima gratificación, pero me destruía en mi
ocupación. No tenía tiempo, porque quedaban tres días por semana más el fin de
semana. La opción en ese momento era trabajar de noche. En ese momento el Pato
Arrese me llamó para ofrecerme si yo quería ir a
su taller. Algún otro también me llamó. Además tenía la sensación de que no
estaba haciendo bien la facultad. Me oía repetirme, para poder hacer la
facultad uno tiene que estudiar para enseñar y yo iba habiendo pasando antes
por una obra, con los zapatos llenos de cal. Llegaba a la facultad y compensaba
quedándome más tarde, pero no tenía tiempo para preparar clases. Muy pocas
veces pude preparar alguna clase, es un trabajo que requiere un tiempo que yo
no tenía para hacerlo bien. En realidad me autocensuré, fue una etapa. Si
seguía tenía que aspirar algún día a poder presentarme a concursos de titular,
tratar de armar una cátedra con otros y con el tiempo dedicado a la facultad hacía
bolsa mi trabajo profesional. Es una disyuntiva que no debería existir, quizá
vos lo pudiste hacer. Te felicito, pero yo no lo pude hacer, no me pareció bien
seguir así.
JMYV:- Tuve la suerte de haber sido echado en el ’66
y tuve unos años para tener que trabajar solamente de arquitecto. En el ’76 me
volvieron a echar, fueron algo así como licencias militares. Nunca me quedé,
pasaba algo o me echaban o me iba no me iba a quedar. Ahora les digo que sigo
enseñando porque me echaron unas veces y pude no cansarme de estar enseñando. El
’96 fue un año en que estaba seguro de que
me iban a echar, porque me echaron en el ’66 y en el ’76. Ahora ha cambiado el
país, me gusta muchísimo el ambiente de la facultad: aprendo mucho, los alumnos
tienen una cultura tan distinta a la mía que me asombra. Algunos son hijos de alumnos
míos, ya dije que, cuando venga un nieto, renuncio.
LI:- Yo me fui
de la facultad pensando que iba a volver algún día. Me gustaba plantearme hacer
la facultad de otra manera. En ese momento lo dejé y me dediqué a la vida
profesional.
JMYV:- Pienso que a la gente como ustedes hay que
invitarla a la facultad. Si no pueden ir toda el tiempo, que vayan en algunos momentos.
En realidad yo lo hago, me llevo a mis alumnos a lo de Álvarez y tienen una
charla de cinco horas, los invito al estudio de Testa o lo invito a Testa a que
venga a hacer una crítica. Ustedes deberían ser un equipo volante de críticos
que, de repente aparecen ahí y actúan, porque son los que tienen una práctica más
concreta. El peligro es que las investigaciones que se hacen actualmente en la
facultad y en la universidad son muy inútiles. Los investigadores se
transforman en unos inútiles con grado de doctor, es un doctorado en
inutilidad. Entonces se vacía la teoría, porque los que hacen teoría no
hicieron ni una pieza en una azotea en su vida. Hay tipos que son doctores en
arquitectura y yo sé que nunca construyeron nada. Cómo puede ser que a un tipo
que nunca construyó nada no le dé vergüenza llamarse doctor en arquitectura,
que dé charlas y viaje por el mundo. Es una farsa infame.
LI:- Ahí se
presenta el tema de los títulos, porque la facultad de arquitectura siempre
tiene un título único y algo así como un único cometido en general. Pero el
alumno que entra se ve obligado, hablando de diseño, a ser el Clorindo Testa
del momento. Como profesor lo habrás notado: el 5% de los alumnos que uno tiene
hace lo que vos hiciste y lo que hacen otros, y se dedicarán
después a proyectar y diseñar edificios. El 90% restante, por cuestiones
naturales y de preferencias totalmente entendibles, tiene otros perfiles. Unos
se dedican a la construcción y se dan cuenta que como diseñadores les cuesta más,
en cambio la construcción les sale bárbaro. Son grandes empresarios, pero no le
diste un título de arquitecto constructor. Es una discusión que siempre mantengo.
Hay quienes serían felices si pudieran dedicarse a proyectar y después dárselo
a un constructor que lo haga. Así hay miles
de especialidades. Por ejemplo el que dijiste vos, el “doctor no-sé-qué” por
ahí es un buen teórico de la arquitectura pero no un arquitecto.
JMYV:- Ha habido poquísimos teóricos buenos en la
historia que nunca hayan hecho arquitectura. Banham, por ejemplo, es un
historiador, pero sirvió a los arquitectos. No es nada fácil, lo más común es
que no sirvan y confundan, que inventen falsos valores. En la década del ’70
fueron 8000 los que se diplomaron. Es el número más grande que hubo hasta ahora,
porque en los ’50 ó en los ’40 eran 300 o 400, después fueron 800. El salto que
hay entre el ’60 y el ’70 yo no me lo explico, porque son 8000. Leí los 8000
nombres y conozco la misma cantidad que cuando leo la lista de los ’60, digamos
que en el ’70 hubo una cantidad de tipos que estaban perdidos en el cosmos. No
sé qué han hecho, voy a tratar de averiguar, pero algo raro pasó ahí. O fue muy
mala la época que les tocó o mala la formación, algo fue malo porque los
desaparecidos son…
LI:-
De
toda la generación que entró en el ’70 y salió después, le tocó una época del
país que a muchos ha hecho desertar de la profesión. Fue muy duro, a mí también
me pasó. Cuando estaba con Tony teníamos viviendas y trabajábamos bien. Hice
obras más o menos grandes, no eran bien pagas, pero como eran grandes te
permitían trabajar bien. Nadie iba a hacerse rico, pero podiás trabajar y
dedicarte a la facultad. Cuando se acaban esas cosas y empezás a tener en vez
de una o dos preocupaciones grandes una infinidad de cosas chicas, ya el tiempo
no te alcanza. Desde el punto de vista económico hasta ganás menos y te ocupa
mucho más tiempo. La facultad comienza a resultar muy difícil de llevar, creo
que la explicación pasa por ahí. Hubo años en que económicamente hubo otras
cuestiones que hicieron que se construyera menos o que el arquitecto fuera prescindible,
el boom de la propiedad horizontal
fue justo en los ’70 y eso también se terminó. Tengo el mejor recuerdo cuando
fui docente, siempre añoro serlo, pero también me cuesta pensar cómo hacerlo.
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